Con la llegada los primeros fríos, es usual la aparición de síntomas de resfriado y fiebre. En esta nota te contamos por qué nuestro cuerpo aumenta su temperatura cuando nos enfermamos, cómo esto nos protege y qué efectos tiene sobre nuestro organismo.
Funciones de la fiebre
La fiebre es una respuesta fisiológica esencial del cuerpo humano ante infecciones. Actúa como un mecanismo de defensa que ha evolucionado a lo largo de millones de años. Cuando virus o bacterias invaden el organismo, el sistema inmunológico libera pirógenos que actúan sobre el hipotálamo, el «termostato» del cuerpo y esto eleva la temperatura corporal. Este aumento de temperatura crea un ambiente hostil para los patógenos,
dificultando su replicación y facilitando su eliminación.
El cuerpo mantiene su temperatura mediante la termorregulación, un proceso controlado por el hipotálamo. Cuando se detecta una infección, el hipotálamo ajusta el punto de referencia de la temperatura, desencadenando mecanismos como la vasoconstricción y la generación de calor para elevar la temperatura corporal. Una vez controlada la infección, el cuerpo activa procesos como la sudoración y la vasodilatación para disipar el calor y retornar a la temperatura normal.
Desde una perspectiva evolutiva, la fiebre ha sido una adaptación beneficiosa. Investigaciones recientes han observado que incluso especies como la tilapia del Nilo buscan ambientes más cálidos cuando están infectadas, simulando una fiebre conductual que mejora su respuesta inmunitaria. Este comportamiento sugiere que la fiebre es una estrategia conservada evolutivamente para combatir infecciones.
Efectos de la fiebre en el cuerpo
La fiebre no solo afecta a los patógenos, sino que también modula el sistema inmunológico. Estudios han demostrado que la fiebre altera las proteínas de la superficie de las células inmunitarias, como los linfocitos, facilitando su migración hacia los sitios de infección.
Además, se ha observado que la fiebre induce la producción de proteínas de choque térmico, que protegen a las células del estrés y mejoran la respuesta inmunitaria.
A pesar de todas sus ventajas, la fiebre tiene molestos efectos físicos que nos hacen sentirnos mal como:
-Dolor en el cuerpo
-Dolor de cabeza
-Sensación de frío
-Cansancio
Estos efectos fisiológicos llevan a que las personas con fiebre necesiten descansar y, de esta manera, “ahorrar” energía que el sistema inmunológico necesita para combatir a los agentes patógenos.
Antitérmicos: ¿sí o no?
El uso de antitérmicos para controlar la fiebre es un tema de debate. Por un lado, medicamentos como el paracetamol y el ibuprofeno pueden aliviar los malestares. Esto es muy recomendado especialmente cuando la temperatura supera los 38,9 °C, cuando el paciente experimenta dolor significativo o cuando se trata de personas con mayores riesgos para la salud (bebés, embarazadas, personas mayores,
inmunodeprimidos).
Por otro lado, reducir la fiebre de manera indiscriminada puede interferir con la respuesta inmunológica natural del cuerpo. Algunos estudios han indicado que el uso de antipiréticos puede prolongar la duración de ciertas infecciones virales y bacterianas, al disminuir la eficacia del sistema inmunológico.
De cualquier manera, siempre es necesario consultar al médico y seguir sus recomendaciones para tratar los síntomas y las infecciones.