En el mes del Día Internacional del Autocuidado, te sugerimos los
chequeos periódicos para hacer en cada etapa de tu vida, según seas varón o
mujer.
El Estado tiene una responsabilidad en el cuidado del
bienestar de la población. Por ese motivo existen servicios de salud públicos,
mixtos y privados, un plan médico obligatorio por ley, un calendario de vacunas
obligatorias y gratuitas, exámenes de ingreso, egreso y periódicos en el
trabajo, y otras políticas sanitarias. Sin embargo, la responsabilidad última
por el cuidado cotidiano de nuestra salud recae en nosotros mismos. Esta
responsabilidad forma parte del “autocuidado”, es decir, de las actitudes,
saberes y conductas que emprendemos para cuidar de nuestro bienestar físico y
mental.
Cada 24 de julio se celebra el Día Internacional del
Autocuidado. Para acompañar este día, te presentamos un esquema tentativo de
cuáles podrían ser los controles médicos a hacer en las diferentes etapas de
nuestra vida.
Para las mujeres
Entre los 20 y los 35
años
En esta etapa, a menos que el médico indique lo contrario,
conviene un control cada dos años. Además de la información familiar sobre
enfermedades congénitas, influyen hábitos y antecedentes clínicos de cada
mujer: ¿Enfermedades o cirugías en la niñez o la adolescencia? ¿Embarazos
interrumpidos o llevados a término? ¿Fecha de la primera menstruación,
regularidad de los ciclos menstruales? ¿Actividad sexual?
Los exámenes físicos incluirán el peso, la altura y la
presión arterial, además de la revisión clínica de aparatos y sistemas. En el
laboratorio se realizan análisis de orina y sangre para ver cómo están los
glóbulos blancos y rojos, el colesterol y la glucemia, además del
funcionamiento del hígado y el riñón. Seguramente se pida un electrocardiograma,
además de un examen mamario y ginecológico, que incluye un Papanicolau y una
colposcopía para verificar la salud reproductiva.
Según los hábitos y características físicas, es posible que
se pida una radiografía de tórax (especialmente en casos de fumadoras), un
ecocardiograma (si hay antecedentes de afecciones cardíacas) o un examen de
piel y lunares (si hay riesgo de melanoma u otro tipo de afección en la piel).
Entre los 36 y los 65
años
A partir de este momento se recomiendan chequeos anuales.
Es habitual que en esta etapa se realicen estudios
complementarios, cardiológicos y circulatorios: una prueba de esfuerzo
ergométrico cada dos años y un control con ecodoppler carotídeo (con mayor
frecuencia desde la menopausia) son los más requeridos. Seguramente se incluya
una mamografía (para prevenir el cáncer de mama) y una densitometría ósea (para
prevenir la osteoporosis), además de controles gastrointestinales que, en
condiciones normales, se repetirán cada cinco años.
Suele recomendarse en esta etapa una ecografía abdominal
para evaluar órganos internos como el hígado, el páncreas, los riñones, el
útero y los ovarios.
A partir de los 65
años
Los controles deben hacerse, en esta etapa, cada seis meses,
y no se limitan a chequeos rutinarios -como los señalados anteriormente- sino
que incluyen ahora estudios específicos según las características de cada
persona. Con la edad aumentan los riesgos de ciertas enfermedades, sobre todo cardiovasculares,
oncológicas y gastrointestinales, que pueden detectarse y tratarse a tiempo con
los actuales medios clínicos.
Para los varones
Menos de 39 años
Para varones adultos de hasta 39 años se recomienda hacer
estudios clínicos de sangre y orina cada tres años, aunque muchos especialistas
prefieren realizar un chequeo anual que permita medir y controlar con mayor
precisión el colesterol, los triglicéridos y el ácido úrico. Del mismo modo, el
control anual o bianual de la presión arterial es importante para detectar
tempranamente síntomas de hipertensión.
De igual manera, a partir de los 30 años debería comenzar a
hacerse un electrocardiograma. Si el paciente es o fue fumador, seguramente se
incluya también una radiografía de tórax.
Como muchas enfermedades que comienzan a manifestarse a esta
edad son hereditarias, es el médico clínico quien debe determinar la
periodicidad de los estudios según los hábitos del paciente y sus antecedentes
familiares.
Entre los 40 y los 49
La década de los cuarenta aumenta la periodicidad de los estudios
clínicos, que empiezan a hacerse cada dos o cada un año, dependiendo de los
antecedentes del paciente.
Si no hubo afecciones de la vista previamente, es conveniente
comenzar a hacerse exámenes oftalmológicos cada 2 años.
Se agregan exámenes para detectar el cáncer de colon y de
próstata lo más tempranamente posible. Aunque en algunos casos se emplean
métodos invasivos, como el tacto rectal, existen otros métodos igualmente
efectivos con un examen de sangre específico.
Más de 50 años
Los varones de más de 50 aumentan la periodicidad de los
chequeos de rutina: los que se realizaban de manera bianual, pasan a ser
anuales; los que se realizaban una vez por año, pasan a ser semestrales.
Comienzan a incluirse aquí estudios del sistema digestivo,
como la búsqueda de sangre en heces (análisis de sangre oculto fecal), además
de aumentar los estudios de cáncer de próstata y colorrectal, que pueden
incluir el empleo de técnicas radiológicas y endoscópicas.
Cada etapa tiene sus propios controles y riesgos. Sin
embargo, algunos consejos son válidos para todas ellas: mantener la actividad
física y una alimentación sana es fundamental en cada momento de la vida de una
persona. Eso no significa que debamos descuidar los aspectos intelectuales y
psicológicos; por el contrario, los nuevos aprendizajes y vínculos
interpersonales ayudan a mantener nuestra mente joven y despierta. Y una
actitud optimista, el buen humor y el control sobre el estrés son ingredientes
imprescindibles para una vida plena y saludable.
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