Un informe reciente de la
Organización Internacional del Trabajo (OIT) muestra el estado global de los
salarios. El estancamiento general y la desigualdad entre varones y mujeres son
dos de sus principales resultados.
Cada dos años, la OIT realiza un
relevamiento de salarios en todo el mundo para observar cómo varía, a lo largo
del tiempo, la retribución por el empleo remunerado en distintas regiones y
sectores, ajustada por inflación. El último informe, que puede consultarse aquí, indica que en 2017, a pesar de un
crecimiento del PBI mundial del 3,9%, los salarios globales sólo crecieron un
1,8%, es decir, menos de la mitad. Si se quita el peso de China, cuyo peso
demográfico y crecimiento salarial inciden en la población global, el
crecimiento fue de apenas 1,1%. Es la cifra más baja desde la crisis económica
mundial de 2008.
Los países más desarrollados del
G-20, a pesar de su floreciente economía, apenas registraron un aumento del
0,9%, la mitad que el año anterior. En Estados Unidos, que venía de un aumento
del 2,8% en 2016, el 2017 trajo apenas un 0,7%. En Europa, que incluyó
disminuciones en los salarios promedio en Italia y España, el crecimiento fue
de 0%.
Los países de ingreso medio y
bajo tuvieron un crecimiento salarial más sólido, aunque la realidad varía
mucho según cada caso. En Asia y el Pacífico, por ejemplo, el crecimiento
duplicó la media, alcanzando el 2,5% en 2017 (aunque venían de un 4,8 en 2016).
Asia Central y Occidental, en cambio, apenas alcanzó el 0,5%. En África se
registró un descenso del -3%, mientras que América Latina y el Caribe se
situaron debajo de la media, con poco menos del 1%. Estas cifras, por supuesto,
reflejan una situación promedio: en el caso de nuestro país, el 2017 tuvo un
aumento promedio del 2,1% que no alcanzó a recuperar la caída del 2016
(estimada entre el 6 y el 10%).
En una mirada global de mediano
plazo, sin embargo, desde 1999 hasta la fecha se han triplicado los salarios de
los países emergentes y en desarrollo del G-20, mientras que los países más
avanzados han tenido un crecimiento del 9%. Sin embargo, comparativamente, los
salarios de los primeros siguen siendo considerablemente más bajos que los de
los segundos.
La brecha salarial de género
Uno de los resultados más
destacados del informe de este año es la diferencia de ingresos entre varones y
mujeres. A pesar del compromiso de los países reunidos en la ONU y de las cada
vez más importantes demandas sociales de igualdad de género, la situación
salarial global muestra que las mujeres pierden un 16% cuando se las compara
con sus colegas varones frente a la misma cantidad de horas. Según el método
adoptado para hacer el cálculo, la brecha puede llegar al 22% promedio.
Como siempre, la situación varía
mucho en las distintas regiones y países: en Pakistán, la brecha salarial es
del 34%, mientras que en Filipinas se produce el efecto inverso, puesto que las
trabajadoras cobran un 10,3% más que sus pares varones. Para sumar más
complejidad, la remuneración femenina está también vinculada a la maternidad,
puesto que es frecuente que las mujeres con hijos reciban un salario menor que
el resto de las mujeres debido a la reducción de horas, dificultades de avance
en la carrera laboral, etc.. Esta “brecha salarial por maternidad”, interna a
la población femenina, es también muy variable, puesto que va del 1% en Canadá,
Mongolia y Sudáfrica, al 30% en Turquía.
En Argentina, la brecha salarial para las
trabajadoras registradas es del 20% promedio, aunque varía mucho según el
sector: en un extremo, en el sector minería llega a ser del 29,6%; en el otro,
en Construcción es del -18%; es decir, las mujeres ganan un 18% más que los
varones, debido a que son menos y trabajan en cargos administrativos y de
gestión, con mejores ingresos, mientras que los varones ocupan, en su gran
mayoría, puestos peor remunerados.
¿Qué hacer?
En un momento en el que los
derechos de las mujeres son reivindicados y comienzan a ser defendidos cada vez
con mayor fuerza, resulta fundamental que todos y todas seamos conscientes de
la situación de discriminación salarial y pongamos en marcha estrategias
concretas para combatirla.
Aunque muchas decisiones dependen
de la formulación de políticas públicas, otras pueden ser puestas en prácticas
en nuestras organizaciones. Lo primero es analizar nuestras propias ideas y
prejuicios inconscientes al respecto, comenzando con
algunas preguntas:
– ¿Tratamos a todo el mundo con el mismo respeto y valoración por sus opiniones? ¿Diferenciamos por género o edad?
– ¿Distribuimos la información de manera desigual, haciendo que personas con puestos semejantes accedan a más información que otras?
-Todos reciben incentivos semejantes en el desarrollo de sus tareas? ¿Valoramos de igual manera los resultados obtenidos por personas distintas?
Y una pregunta clave para hacer, especialmente a las mujeres: ¿Te sentís significativa, importante, en el trabajo?
Con estas preguntas ya podemos comenzar a detectar y trabajar sobre los prejuicios y discriminación de género que se encuentran en la base misma de la brecha salarial.
Rp./Salud – Calidad
y Experiencia en Medicina Laboral – CONOCENOS