¿Sirve mentirnos a nosotros mismos para mejorar nuestra imagen ante los demás?

Una investigación reciente comprueba una
hipótesis planteada en la década de 1970, según la cual nuestro cerebro nos
dice que somos más lindos, fuertes e inteligentes para así convencer a los
demás.

En su prólogo al best seller El gen egoísta (1976), de Richard Dawkings, el
biólogo Robert Trivers sugería que cierto tipo de autoengaño era producto de la
evolución humana: nos engañamos a nosotros mismos para engañar a otros y producir
una ventaja social. No sería, entonces, una mentira, porque realmente creemos
ser más atractivos o inteligentes de lo que realmente somos.

Cuarenta años más tarde, Trivers y su equipo han
publicado resultados
 que parecen comprobar esta provocativa hipótesis mostrando, a
través de una serie de experimentos, que las personas tienden a confiar sólo en
la información que coincide con lo que pensaban de antemano y descartan la que
es contraria.

En un estudio realizado sobre 1000 estudiantes de secundario en Australia, el
equipo de investigadores analizó durante dos años los efectos de una alta
opinión acerca de la propia condición atlética. Aquellas personas que se
consideraban buenos atletas no tenían mejor rendimiento deportivo, pero sí eran
más populares e incluso eran consideradas mejores deportistas que otras que,
sin ese exceso de confianza, eran superiores en términos de velocidad o
resistencia física.

Aunque algunos psicólogos consideran que la idea de “autoengaño” es poco
científica y que debería evaluarse en otros términos (como motivación, aumento
de expectativas, etc.), el equipo de investigadores está convencido de que
funciona: “si
necesitás convencer a alguien de algo, si tu carrera o éxito social dependen de
la persuasión, entonces tenés que convencerte primero a vos mismo
”.

 

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