El último congreso de la
Asociación Británica de Salud Ocupacional se dedicó a los problemas de salud
mental en el trabajo y sus posibles soluciones. Te lo contamos en esta nota.
Richard Branson, el excéntrico y
exitoso dueño de Virgin, ha
recomendado hace tiempo: “cuidemos bien a nuestros empleados, y ellos van a cuidar de nuestro negocio. Es así de simple”. Con esta misma preocupación, el último congreso de la División de Psicología Ocupacional de la Sociedad Británica de Psicología llevó como
título “La salud mental en el trabajo: desafíos y soluciones”.
Los datos del ministerio de
trabajo británico muestran que una de cada tres licencias laborales por motivos médicos se debe a un
diagnóstico de salud mental. En nuestro país, un estudio realizado por Rp./Salud y el CONICET arribó a resultados semejantes:
sumando los diagnósticos directos e indirectos, alrededor de un tercio de las
licencias médicas se producen por motivos de salud mental.
El congreso incluyó análisis
médicos y psicológicos, pero también económicos: la economía británica tiene un
costo anual de 70 mil millones de libras esterlinas en ausentismo por licencias
médicas. Sólo en ese país, se pierden 70 millones de jornadas de trabajo por
licencias de salud mental, que afectan especialmente a la población de mayor
edad y mayores responsabilidades laborales: así, mientras que el 25% de los
trabajadores de menos de 24 años sufre de alguna de las enfermedades mentales
más comunes, la cifra se eleva a casi el doble entre los adultos de 55 a 64
años.
Neil Greenberg, investigador del
London King’s College y director de la empresa March on Stress, mostró el impacto de diferentes trabajos y tipos de tareas en
el stress. De las tres fuentes de stress identificadas (un trauma, el
trabajo o el hogar), los datos muestran que el hogar es el que más peso tiene,
aunque sus efectos se trasladan, de manera directa o indirecta, al trabajo. De
allí la importancia de intervenir sobre el stress, la ansiedad y la depresión
teniendo en cuenta al trabajador, y no solamente al trabajo. Del mismo modo, según Greenberg, las
organizaciones muchas veces reaccionan de manera exagerada al trauma, recetando
terapia o días de licencia que, en casos inadecuados, pueden tener efectos
contrarios a los buscados. Es por eso que la promoción de un buen clima laboral
a través del compañerismo y el apoyo personal por parte del management resulta más eficaz -y
adecuado- que la intervención puramente médica a través del tratamiento de
salud mental.
Ivan Robertson, de la Universidad
de Manchester, mostró -una vez más- el vínculo efectivo existente entre
bienestar personal y rendimiento laboral, puesto que se traduce en menos
distracciones, mayor memoria, más motivación y sensación de realización
personal. La clave, sin embargo, es la evaluación: sin objetivos claros, un
seguimiento personal y organizacional y resultados medibles, es imposible
establecer el nivel de bienestar de los trabajadores.
La conclusión del encuentro, en una sociedad en la que el costo de la salud mental para
el sector público, privado y de las obras sociales aumenta día a día, es que la
inversión en el bienestar de los trabajadores -y no solamente en el tratamiento
de su malestar- no sólo es una prueba de altruismo, sino una inversión
verdaderamente rentable, tanto para el Estado como para los actores
corporativos.