Desde
la revolucionaria creación de recuerdos de corto plazo en tejido cerebral in vitro hasta
una avalancha de nuevos libros de autoayuda, las neurociencias son la
nueva estrella pop del conocimiento científico. En esta nota te ofrecemos
algunos datos para saber qué son y cómo pueden cambiar tu vida.
Bajo el nombre “neurociencias” en verdad se reúne un conjunto variado de
disciplinas científicas que estudian el sistema nervioso desde distintos
aspectos: su estructura y funcionamiento, su desarrollo bioquímico y
farmacológico y las patologías que lo afectan. Siendo el cerebro el centro de
comando del sistema nervioso, es en él donde se suele concentrar la
investigación y el conocimiento neurocientífico. Su objetivo es ambicioso:
conocer las bases biológicas de la conducta humana.
En efecto, toda la compleja realidad del cerebro, desde su estructura molecular
hasta los reflejos condicionados y los procesos cognitivos, influye en la manera
en que actuamos, nos relacionamos con los demás y pensamos nuestra posición en
el mundo. Ya en el siglo V A.C. decía el filósofo Hipócrates que “el cerebro es
el responsable exclusivo de las alegrías, los placeres, la risa y la diversión,
y de la pena, la aflicción, el desaliento y las lamentaciones”. En un sentido
filosófico, las neurociencias se niegan a aceptar la vieja distinción
entre el cuerpo y la mente, mostrando que hay una relación indisociable entre
ambas. Sus críticos las acusan, en cambio, de inclinar la balanza
completamente hacia el costado de la biología: desde esta mirada, aspectos como
la nutrición y la estructura orgánica determinan la conducta, valores y
desempeño cognitivo de las personas. Sin embargo, muchos neurocientíficos
muestran la dinámica interacción que se produce entre condicionamientos
biológicos y condicionamientos sociales para explicar fenómenos como el
aprendizaje y la memoria.
Neurociencias y aprendizaje
Uno de los principales campos de investigación en la agenda de las
neurociencias es el aprendizaje y la memoria: ¿Cómo se forman, guardan y
eliminan los recuerdos? ¿Cuál es la base neurológica del significado de las
palabras? ¿Cómo se forman las experiencias, es decir, las imágenes mentales de
las sensaciones y acciones que realizamos en el mundo físico?
Aunque todavía no haya una respuesta inequívoca para estas preguntas, lo cierto
es que se ha avanzado mucho para ello, descubriendo muchas cosas en el camino:
– Las emociones generan un mejor y más duradero aprendizaje: ¿por qué olvidamos
algunos datos y, en cambio, recordamos otros? Seguramente el entorno en el que
aprendimos ese dato fue más placentero, nos interesó o nos dio algún tipo de
recompensa emocional. Estas recompensas pasan por el sistema límbico antes de entrar
a la corteza cerebral, que es la que se encarga de los procesos cognitivos.
Dentro del sistema límbico se encuentra la amígdala cerebral, uno de sus
componentes más primitivos, encargado de los eventos que considera necesarios
para la supervivencia. De allí que podamos decir que las emociones son
consideradas por nuestro cerebro como necesarias para sobrevivir y, en
consecuencia, ayuden a fijar recuerdos más duraderos.
– La sorpresa es una reacción por la cual el cerebro, que se especializa en
captar y procesar patrones, se ve obligado a construir redes neurales nuevas,
excepcionales, que, en consecuencia, se imprimen más profundamente en nuestra
memoria. Si tratás de recordar qué estabas haciendo el 10 de septiembre de
2002, seguramente no puedas hacerlo, porque en tu memoria no fue sino un día
más. Si, en cambio, recordás qué estabas haciendo cuando te enteraste del
atentado a las Torres Gemelas de septiembre de 2001, lo más probable es que el
carácter excepcional de la experiencia haya colaborado en la duración y la
profundidad del recuerdo.
– Las experiencias y actividades que realizamos son clave para el desarrollo
del cerebro, pero éste no es estático. Existen períodos en los que determinados
aprendizajes son más favorables que otros: los primeros siete años de vida son
una etapa fundamental para el aprendizaje lingüístico; del mismo modo, es la
etapa en la que se aprende más a través de los sentidos (y por ese motivo los
chicos no pueden quedarse quietos, y están constantemente tocando, hablando, experimentando
sensorialmente) y se construyen las formas, los colores, el movimiento y la
profundidad. Madurar no es sino crear nuevas redes neurales, y para eso el
cerebro necesita experiencias nuevas, especialmente durante la niñez.
¿Neuroayuda? El boom de los libros de divulgación neurocientífica
En los últimos años ha crecido enormemente la producción editorial vinculada a
las neurociencias: las obras del neurólogo Facundo Manes (Usar el cerebro) y
del biólogo molecular Estanislao Bachrach (En cambio) son libros de
neurociencia muy reconocidos.
Aunque algunos críticos desacreditan esta producción por considerarla “de
autoayuda”, sus autores defienden el uso práctico del conocimiento científico.
En palabras de Estanislao Bachrach, “todo lo que hago y dejo de hacer, lo que
pienso y dejo de pensar, lo que siento y dejo de sentir tiene que ver con el
cerebro. Cuanto más lo conozca, mejor lo voy a usar”. En definitiva, de todo
libro podemos sacar lecciones que nos ayuden a mejorar algún aspecto de nuestra
vida. Lo que quizás distinga a la “neuroayuda” de otras lecturas semejantes sea
su fundamento y vocación científica: consejos prácticos basados en la
investigación y la inteligencia colectiva que nos permitirán llegar mejor y más
lejos que el guitarreo monocorde del conformismo buena onda.
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