Hay personas que esperan todo el año a que llegue el verano: tomar sol, meterse al mar o la pileta, hacer actividades al aire libre. Pero para quienes nos quedamos en la ciudad, especialmente si esa ciudad es Buenos Aires, el verano es bastante hostil. El sol quema desde
temprano, el asfalto parece derretirse y el calor es imposible de describir con
palabras. Por eso, el Servicio Meteorológico Nacional utiliza colores
en su sistema de alertas sobre olas de calor y salud, que informa a la sociedad
del grado de riesgo de mortalidad según la temperatura alcanzada en
las ciudades de Buenos Aires y Rosario.
Cuatro niveles de alerta
– Nivel verde: la temperatura no representa ningún riesgo para la
salud de la población.
– Nivel amarillo: con temperaturas de alrededor de 35 grados
centígrados se lanza la alerta amarilla, que indica que la ola de calor puede
ser peligrosa para bebés y chicos muy chiquitos, para mayores de 65 años y para
pacientes de algunas enfermedades crónicas.
– Nivel naranja: la misma población se encuentra, frente a una alerta
naranja, con mayores probabilidades de sufrir efectos nocivos en su salud. No
necesariamente implica un aumento en las temperaturas registradas, sino que en
este caso se trata de una ola de calor que dura mucho tiempo. Es
imprescindible, entonces, seguir las medidas de prevención frente a un golpe de
calor.
– Nivel rojo: raramente se alcanza este nivel, más alto, de alerta,
en el cual toda la población, y no sólo los grupos de riesgo, puede ser
afectada por el golpe de calor. Se trata de períodos prolongados de altas
temperaturas sin que pueda preverse un descenso en el corto plazo.
¿Qué hacer?
Los consejos, para todos los niveles de alerta, son los
mismos; lo
que aumenta en cada uno es el riesgo que supone para cada población.
Nuestros hábitos alimentarios se han vuelto, desde hace unos años, bastante
poco saludables y son, por lo tanto, más nocivos que nunca durante los días de
altas temperaturas. Hay que evitar el consumo de bebidas gaseosas,
azucaradas, alcohólicas e infusiones calientes. La mejor bebida para el calor
es el agua fresca, ingerida gradualmente y en grandes cantidades. La mejor
hidratación es la que se realiza de forma constante: recordemos siempre que
cuando sentimos sed ya tenemos algún grado de deshidratación en nuestro cuerpo.
Lo mejor es tener siempre a mano una botella con agua de la que podamos beber a
intervalos regulares.
Algo semejante sucede con la alimentación: las grasas, frituras, carnes y
snacks son de digestión lenta y alto contenido de sal. En los días de calor,
nos hacen transpirar y sentir sed más de lo debido. Por el contrario,
debemos consumir alimentos livianos y frescos: verduras, ensaladas,
hortalizas, yogur -solo o con cereales- y frutas. Aunque parezca difícil, y
un poco desalentador, este cambio en nuestra dieta habitual, sus beneficios se
notan inmediatamente.
Con respecto a la ropa, debe ser suelta,
liviana y de colores claros. Ahora que parece volver la moda de los
sombreros, podemos aprovechar para cubrirnos la cabeza y evitar la exposición
directa a los rayos del sol. Y, en caso de no poder evitarla, no olvidemos usar
protector solar.
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