Juegos arriesgados para un crecimiento saludable

Es usual que durante las vacaciones los niños jueguen y paseen por nuevos espacios: saltan, corren, se zambullen en el agua. Los padres, a pesar de sus temores, deberían permitir e incentivar este juego libre ya que, según algunos estudios, favorece el desarrollo infantil. En esta nota te contamos más sobre los «juegos arriesgados»

Investigaciones sobre el “juego arriesgado”

En los últimos años se han desarrollado diferentes investigaciones que buscan entender cómo el “juego arriesgado” (risky play) se relaciona con el desarrollo de los niños. Los juegos arriesgados consisten en actividades que van desde escalar y saltar desde alturas hasta simplemente alejarse de la vista de un adulto. Es decir, que son juegos que implican el riesgo de lastimarse o perderse.

Las investigaciones al respecto muestran que los juegos arriesgados son cruciales para el desarrollo físico, mental y emocional de los chicos. En efecto, los niños necesitan oportunidades “arriesgadas” para poder desarrollar habilidades básicas como la conciencia espacial, la coordinación motora, la tolerancia a la incertidumbre, la confianza en sí mismos y la autonomía.

Temores adultos

Alethea Jerebine es una investigadora en salud pública y psicología en la Universidad Deakin en Melbourne (Australia) que considera que los impedimentos para que los niños desarrollen juegos arriesgados tienen que ver con la sobreprotección de los adultos y los miedos (en ocasiones) exagerados a que se lastimen.

Las investigaciones de Jerebine sostienen que en la actualidad el juego arriesgado está muy restringido por padres e instituciones, y esto se debe a que hay malos entendidos cuando se habla de “riesgo” y a que se subestiman sus beneficios.

Obviamente, promover el juego libre y arriesgado no supone permitir que los niños se expongan a cualquier peligro sin supervisión. De hecho, se diferencia “riesgo” de “peligro”: el peligro tiene que ver con la exposición de un niño a una situación que no puede manejar o resolver: como nadar en el mar a gran profundidad o cruzar una calle muy transitada. Además, el riesgo y el peligro van cambiando a medida que los niños crecen.

El rol de los adultos sería entonces, permitir que los niños jueguen en un entorno adecuado (no libre de todo riesgo) sin intervenir constantemente pero sin obligar tampoco a que los niños asuman riesgos que no desean.

Beneficios del juego arriesgado

En un contexto en el que los niños están expuestos a las pantallas desde una edad cada vez más temprana, la posibilidad de participar de juegos emocionantes y estimulantes no debe ser desestimada. Los juegos emocionantes les permiten a los niños asumir riesgos de acuerdo a sus posibilidades y a sus personalidades, a la vez que ponen a prueba sus límites. También participar de juegos libres y arriesgados proporciona mayor autocontrol por parte de los niños, que pueden mejorar sus habilidades para evaluar riesgos y resolver
situaciones futuras.

Según las investigaciones, participar de juegos arriesgados está asociado con un mayor desarrollo de la resiliencia, de la confianza en uno mismo, y también con habilidades para resolver problemas. En el plano social, se puede relacionar con habilidades importantes como la cooperación, negociación y empatía.

Además, si es al aire libre, el juego arriesgado puede tener mayores beneficios, en especial para aquellos niños que viven en zonas muy urbanas. Este tipo de juegos, al generar la excitación fisiológica, la adrenalina y el aumento del ritmo cardíaco en un entorno de alegría, puede ayudar al manejo de la ansiedad y el estrés y prevenir futuros problemas de salud mental.

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