Nos cuidamos los fines
de semana; hacemos un desayuno completo y equilibrado antes de salir de casa.
Pero, ¿qué comemos en el trabajo?
Somos lo que comemos. Los alimentos que ingerimos determinan nuestra energía,
nuestro estado físico y hasta nuestro humor. Sin embargo, le dedicamos poco
tiempo y atención durante la jornada laboral: ocupados, preocupados,
distraídos; comemos “cualquier cosa” mientras estamos trabajando.
¿Qué es “cualquier cosa”? Habitualmente ingerimos harinas, grasas, azúcar y sodio:
facturas, galletitas, alimentos procesados. Durante el día necesitamos
incorporar alimentos cada dos o tres horas para mantener el metabolismo activo
y nuestro cuerpo con energía. Pero no cualquier alimento: en general
incorporamos calorías vacías que no nos alimentan realmente sino que aumentan
los riesgos del sedentarismo con sobrepeso, colesterol y aumento de azúcar en
sangre.
Un alimento que no puede faltar es la fruta: tener a mano frutas frescas de
estación es más económico y saludable; ayudan a mantenernos hidratados y
aseguran un buen funcionamiento del aparato digestivo.
Los vegetales, crudos o cocidos, aportan fibras solubles, vitaminas y
antioxidantes de rápida digestión y energía duradera. Además, requieren de
menor esfuerzo para digerirlos, lo cual evita la modorra que nos suele asaltar
después de un almuerzo pesado.
Las frutas secas y los cereales, enteros o en barras, son un alimento ideal que
aporta calorías útiles, que se convierten rápidamente en energía y no en grasa,
además de tener alto contenido de fibras y bajo de azúcares.
Es recomendable, entonces, que tengas frutas secas o de estación y cereales
disponibles para “picar” durante el día y que prepares comidas livianas, con
vegetales, para el almuerzo.
¿Para tomar? Agua. Ninguna bebida saborizada o gaseosa te quitará la sed del
mismo modo y, en cambio, aumentarán tu peso y la cantidad de azúcar en sangre.
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