En los últimos años se ha advertido un incremento
en la malnutrición de niños y adultos que ya no corresponde a la falta de
alimentos en los países más pobres, sino a la mala alimentación en los países
más ricos. La obesidad es, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), un
importante factor de riesgo de muerte humana cada año, como consecuencia del
exceso de peso y enfermedades derivadas.
Pero no son el sobrepeso y la obesidad las únicas enfermedades derivadas de la
mala nutrición: a veces no hay signos visibles que indiquen una alimentación
deficiente, y es necesario realizar análisis clínicos que evalúen el nivel de
colesterol, glucemia, glóbulos rojos, etc. en nuestro organismo. En todos los
casos será necesario realizar ejercicio físico y cambiar los hábitos
alimentarios.
Es por ello que prestar atención a lo que comemos, sus ingredientes, las
cantidades que ingerimos y el equilibro entre alimentos es fundamental para
mantener un cuerpo sano y un rendimiento mental óptimo. El nutricionista es la
persona que está especialmente capacitada para esta tarea.
En efecto, el médico nutricionista atiende a pacientes sanos o enfermos con el
objetivo de asesorarlos en cuanto a la calidad y la cantidad de alimentos que
ingieren, teniendo en cuenta una evaluación global de cada uno. Eventualmente podrá
derivar al paciente a una persona licenciada en nutrición que lleve adelante el
control de la dieta. Todas las obras sociales incluyen nutricionistas en su
planta médica, tanto para recibir pacientes derivados como para recibir
consultas espontáneas. Por ese motivo no hay excusas: ya sea que quieras bajar
de peso, aumentarlo o balancear tu dieta, pedí turno con un nutricionista.
Algunos hábitos de
alimentación saludable
– Desayuná bien: ni mucho ni muy poco; se recomienda una porción de frutas,
una de lácteos y una o dos de cereales. No es necesario “llenarse” en el
desayuno; tampoco hay que tomar un café a las apuradas y salir. Lo recomendable
es que cubra el 15% de las calorías diarias, es decir, unas 300.
– Organizá las comidas: mantener horarios regulares ayuda a nuestro
organismo a aprovechar y procesar eficientemente la energía de nuestros
alimentos. Al realizar pequeñas colaciones durante el día, cada tres horas,
aproximadamente, reponemos energía sin la sensación de apetito que nos
desestabiliza y nos puede conducir a un atracón.
– Cuidado con las cantidades: además de revisar los ingredientes de
nuestras comidas, es fundamental tener en cuenta el tamaño de las porciones. La
industria alimentaria, especialmente en comidas poco saludables como snacks y
bebidas gaseosas, ha aumentado notablemente el tamaño de sus envases,
favoreciendo la ingesta excesiva de alimentos que no nos traen ningún
beneficio.
– Comé despacio, masticá bien y disfrutá cada bocado. De esta manera,
evitamos la ansiedad que nos puede dar el apetito, digerimos mejor y ayudamos a
no repetir el plato.
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