¿Qué tan saludable es
la alimentación saludable? Sabemos que
debemos consumir frutas y verduras, integrándolas a una dieta balanceada; pero
¿sabemos de dónde vienen esas frutas y verduras, cómo fueron cultivadas, qué
productos químicos fueron empleados en el proceso? La producción a gran escala
de alimentos incluye el empleo de agroquímicos, en el caso de los vegetales, y
antibióticos y hormonas, en el caso de los animales.
Los alimentos orgánicos son la respuesta de
muchos productores y usuarios a la producción masiva de alimentos, puesto que
son elaborados de manera natural, sin
el empleo de productos químicos ni métodos artificiales. En general se
distribuyen en pequeños puntos de venta minorista, como las ferias orgánicas, o
redes de productores, generalmente a través de redes sociales como Facebook.
Aunque estos alimentos no usen productos
químicos, su producción es siempre de pequeña escala; de allí que sean más
caros, llegando a costar incluso el doble que el resto.¿Vale la pena el tiempo
y el dinero de conseguir vegetales, carnes y bebidas orgánicas? ¿Cuáles son, realmente,
sus ventajas y cuáles no son más que mitos? Aquí hay algunas respuestas.
– Mito. Los alimentos orgánicos ayudan a
bajar de peso. Aunque quisiéramos bajar de peso sólo con cambiar de
carnicería, la verdad es que el hecho de no usar productos químicos no tiene
ninguna incidencia en el contenido calórico de los alimentos. En muchos casos,
la decisión de comprar productos orgánicos está asociada a otros cambios
alimenticios, por ejemplo, reduciendo harinas o azúcares agregados. En estos
casos, el peso baja por la modificación de la dieta, pero no por sustituir
manzanas producidas convencionalmente por manzanas producidas de manera
natural.
– Mito. Los alimentos orgánicos tienen
mejor sabor. El empleo de agroquímicos en la producción de vegetales no
tendría por qué afectar su sabor. Son otros los factores que influyen en este
aspecto, desde el marketing hasta las
condiciones ambientales, la calidad del suelo, la maduración en la planta, etc.
Si comparamos un “pollo de campo” con un “pollo de granja”, seguramente
encontremos que el primero es más sabroso debido a su alimentación y a que se
ejercita libremente. Pero esto no significa que sea “orgánico”; por el
contrario, es posible que haya recibido antibióticos o vacunas que, sin
modificar su sabor, lo preservan.
– Verdad. Los alimentos orgánicos son
más saludables. Esta es la principal causa por la que son consumidos y,
efectivamente, se ha demostrado que
poseen una cantidad sustancialmente mayor de antioxidantes que los
convencionales (entre un 19% y un 69%). También tienen un contenido significativamente menor de metales pesados y pesticidas, debido a que no los reciben directamente (aunque se encuentren
presentes en el suelo o el agua de riego). Es cierto que no se ha realizado
todavía ningún estudio que demuestre los efectos de su consumo en la
disminución del riesgo de adquirir enfermedades crónicas. Sin embargo, los
resultados obtenidos permiten prever un impacto positivo que se verificará en
el futuro.
– Verdad. Los alimentos orgánicos tienen
un menor impacto ecológico. Toda agricultura impacta en el medioambiente
porque es diseñada por el ser humano, que decide destinar lotes a un único
cultivo, organizarlo de determinada manera y someterlo a un régimen de riego y
cuidado especial. Sin embargo, los pesticidas artificiales empleados en la
producción convencional de alimentos no sólo dejan residuos tóxicos en los
productos, sino que también contaminan el suelo y el agua empleados, generando
efectos de largo plazo. También el tamaño de la producción incide en el impacto
ambiental, puesto que los cultivos orgánicos se producen en menor escala,
modificando menos la biodiversidad de una región.
En suma, si bien no son la panacea que sus
defensores defienden, los alimentos orgánicos tienen beneficios indudables
tanto para los consumidores como para el medio ambiente. Aunque el precio y la disponibilidad pueden ser un
problema, es posible hacer una incorporación limitada de este tipo de
productos, por ejemplo, incluyendo una o dos porciones orgánicas en la dieta
diaria.
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